jueves, 7 de abril de 2016

Ema Wolf: vanguardia y menta granizada

Los cuentos de Ema Wolf le quedan pintados a Julita, como la ropa talle 10 y los zapatos número 32.

Como quien pide un gusto nuevo en la heladería, el año pasado se le ocurrió sacar de la Biblioteca de San Isidro el libro “Hay que enseñarle a tejer al gato”. Y esa sola probadita bastó para adorarla.

Es que sus cuentos cortos son una especie de menta granizada. Una mezcla de picante y dulce a la vez. Con ese toque de chocolate, que los hace tan especial (y muy ricos, por cierto).

Algunos dirán que es absurdo (sobre todo, los adultos), que se parece bastante a comer dentífrico. Y, quizá, de eso se trata: de probar lo absurdo.

El absurdo es, justamente, el alma de los cuentos de Wolf. Y ella lo entendió tan bien, que creó piezas realmente geniales, que cultivan una lógica más bien de vanguardia.

Nacida en Carapachay (Partido de Vicente López) en 1948 y hoy vecina de Olivos, es común encontrar en sus escritos algunas referencias a barrios de la Zona Norte de Conurbano bonaerense. Pero, sin dudas, su marca personal se encuentra en la figura del gato, protagonista indiscutido en su obra: desde el disparatado Ismael de "Hay que enseñarle a tejer al gato", hasta Fernández de "Historias a Fernández", Magallanes de "El caso de la pizza napolitana", Walter Ramírez  de "Walter Ramírez y el ratón nipón", o bien, el gato de Berta, personaje de una serie de cuentos para los más chiquitos, entre otros.

A continuación, algunas recomendaciones:

-“Hay que enseñarle a tejer al gato” (1991). Ilustraciones de Jorge Sanzol. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1997 (Nueva edición). 
Es la historia de Ismael. Su dueña está obsesionada con enseñarle a tejer a dos agujas, algo absolutamente común en los gatos de todos los tiempos. Esta especie de manual, con instrucciones para enseñarle a tejer a un felino es tan bueno, que vale la pena recorrer cielo y tierra para encontrarlo y leerlo. Apto para padres y niños que gustan de reír a carcajadas, aunque sea la hora de irse a dormir.

-“Los imposibles”. Ilustraciones de Jorge Sanzol. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1988. Colección Pan Flauta. 
Este libro compila cuentos cortos, cortitos y muy divertidos. Y su título alude precisamente a historias imposibles, absurdas. Entre ellas, “El señor Lanari”, un hombre que se va destejiendo; o “La Nona Insulina”, que envejece al revés (una idea anticipadísima al film “El extraño caso de Benjamin Button”). Pero mi preferido de esta partida es "El maldito mejillón”, que narra los intercambios entre el cuidador del faro de una isla perdida y un mejillón, que se ven a diario, pero sólo de 5 a 7 de la tarde.

-“¡Silencio niños!”. Ilustraciones de Pez. Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1997. Colección Torre de Papel, serie Torre Azul. 
Otro libro de cuentos cortos. Nuestros preferidos: “Lupertius se enoja los jueves” y "El Náufrago de Coco Hueco", entre otros ¡Excelentes!

(*) Bibliografía completa y datos de la autora  >>> Ver aquí


Sobre gustos… Una apostilla


Cuando era chica (allá por los ’80s), recuerdo que apareció un gusto nuevo de helado. Era la crema del cielo, con su característico color celeste (todo un cliché).

Fue furor. Tanto, que era común ver a los niños y niñas salir de las heladerías, felices con sus cucuruchos color celeste cielo.

Yo nunca fui amante de la crema sola y menos teñida de celeste. Pero la menta granizada, en cambio, siempre me gustó...

Tarde, pero seguro. Ema Wolf, ¡es un gusto conocerte!

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